martes, 12 de agosto de 2014

Pierre Bourdieu: Clases sociales y formas del capital: económico, social, cultural y político.


 No es fácil ubicar a Bourdieu en alguna de las posiciones teóricas preexistentes, entre otras cosas porque él mismo se niega a encasillarse en una corriente, oponiéndose a la “etiqueta clasificatoria” que ubica a cada autor como “marxista”, “weberiano” o “durkheimiano”. Este sociólogo francés considera que la  oposición entre los tres clásicos enmascara la unidad de la sociología, y que lo que él hace es recurrir a los distintos autores para pedir ayuda momentánea. A menudo, para que la ciencia avance —dice— se requiere comunicar teorías que se han constituido como opuestas, comunicar sus conceptos, métodos o técnicas, integrar sus aportaciones teóricas en un mismo sistema conceptual, superar las oposiciones remontándose a una raíz común.
Para acceder a las ideas de Bourdieu sobre las clases sociales es preciso introducir las categorías básicas de su sistema teórico: espacio social, campo, capital, habitus. Para nuestro autor, los hombres se hallan en el universo social en una lucha (competencia) por la apropiación de bienes y servicios escasos. Pero en esta lucha no se encuentran igualmente dotados de las propiedades valiosas para el triunfo, que constituyen lo que el autor llama capital. El capital, desigualmente distribuido y en sus diversas especies, determina las oportunidades de los individuos. A la imagen de un mundo de competencia perfecta o de igualdad perfecta de oportunidades, de un mundo sin acumulación y sin transmisión hereditaria de posesiones y caracteres adquiridos, representada por la ruleta como juego de azar en el que es posible ganar o perder mucho dinero en un instante y así elevar o descender el propio status repentinamente, Bourdieu opone la imagen de un mundo regido por el capital:

“El capital hace que los juegos de intercambio de la vida social, en especial de la vida económica, no discurran como simples juegos de azar en los que en todo momento es posible la sorpresa […] El capital es una fuerza inscrita en la objetividad de las cosas que determina que no todo sea igualmente posible e imposible. La estructura de distribución de los diferentes tipos y subtipos de capital, dada en un momento determinado del tiempo, corresponde a la estructura inmanente del mundo social, esto es, a la totalidad de fuerzas que le son inherentes, y mediante las cuales se determina el funcionamiento duradero de la realidad social y se deciden las oportunidades de éxito de las prácticas.”.

(Extraido de BOURDIEU, P. (2000): ‘Las formas del capital. Capital económico, capital cultural y capital social’ en Poder, derecho y clases sociales, Editorial Desclée de Brouwer, Bilbao, pp. 132-133)

El capital acumulado por los individuos es de esta manera el que decide el lugar que éstos ocupan en la sociedad. Dicho capital puede ser de diversos tipos: capital económico, capital cultural, capital social (recursos basados en las conexiones sociales y pertenencia a grupos), y finalmente, como forma que toman aquellas especies de capital al ser percibidas y reconocidas como legítimas, el capital simbólico, comúnmente llamado prestigio. En función del capital poseído, los individuos serán portadores de ventajas o de desventajas en los diferentes mercados.
Teniendo ya el concepto de capital, podemos ahora decir que el mundo social puede representarse para Bourdieu mediante la figura de un espacio, entendido éste como una serie de posiciones distintas definidas por relaciones de exterioridad mutua, por relaciones de proximidad o de alejamiento y por relaciones de orden. El mundo social constituiría un espacio de varias dimensiones (campos) en las cuales los hombres establecen relaciones en función del capital poseído (y de este modo, de la posición ocupada).
La ruptura con el marxismo se expresa fundamentalmente en la extensión de los conceptos de capital y de interés a otros campos sociales que el económico. El capital acumulado por los individuos es el que decide el lugar que éstos ocupan en la sociedad. El mundo social puede representarse para Bourdieu mediante la figura de un espacio, el mundo social constituiría un espacio de varias dimensiones (campos) en las cuales los hombres establecen relaciones en función del capital poseído (y de este modo, de la posición ocupada).

Este espacio social, a la vez, es definido como un campo de relaciones de fuerzas objetivas, independientes de las intenciones de los individuos, donde el poder está representado por las diferentes especies de capital vigentes en sus campos: económico, cultural, social y simbólico. El campo es entonces un tipo de “mercado competitivo” en el que se emplean varios tipos de capital. La posición de un agente en el espacio social se define entonces por su posición en los diferentes campos, es decir, por su posición en la distribución de los poderes que actúan en cada campo. En otras palabras, la posición en el campo depende del capital poseído.


 Las distintas formas del capital

Igual que en las estructuras económicas reales, el capital de los actores obedece a la ley de acumulación: puede ser acumulado por inversión y puede por partes ser pasado por medio de herencia. Aparte de eso, es posible producir ganancias por medio de una inversión de capital ventajosa. “Capital” es comprendido como equivalente a “poder”, distinguiéndose principalmente en tres variedades convertibles entre ellos: el capital económico, social y cultural. Un cuarto tipo del capital, el capital simbólico, es una forma especial a base de disponibilidad de los tres otros y del reconocimiento social que se obtiene por ellos.

1) Capital económico: comprende la propiedad de bienes, sueldo y todas las otras fuentes de ingreso. Es la especie de capital mejor convertible y constituye la base para la obtención de las otras.

2) Capital social: comprende una red de contactos estables, útiles y en caso de necesidad movibles, que surgen de la pertenencia de grupos sociales donde los miembros se conocen y reconocen mutuamente. Cuanto más extenso es, mejores son las oportunidades de ganancia en la reproducción del capital económico y cultural. De esto se puede deducir que de dos personas con exactamente la misma cantidad de capital cultural y económico la que cuenta con el capital social más amplio mantiene una posición más ventajosa, porque ella puede aprovecharse de su efecto multiplicativo. Este tipo de capital se acumula por medio de un procedimiento muy cuidadoso y de esfuerzos a largo plazo. Eso quiere decir que hay que cubrir la utilidad que la relación tiene para uno durante el primer tiempo antes de poder pedir pequeños favores. Eso también quiere decir que las relaciones sociales deben ser cuidadas por la inversión de tiempo, como por el intercambio de palabras, regalos y otras cosas que sirven como signos de reconocimiento mutuo como miembro del grupo.

3) Capital cultural: Esta forma de capital existe en tres formas:

a- El capital cultural incorporado, el cual se constituye, aparte del “gusto” y de las “buenas maneras”, también de cualidades cognitivas. Puede solamente ser adquirido por medio del proceso de socialización en familia y escuela exigiendo mucho tiempo. En ningún caso puede ser adquirido por medios de donación, intercambio o compra. El capital cultural incorporado queda siempre marcado por las circunstancias de su adquisición, que deja rasgos más o menos visibles, como por ejemplo la manera típica de expresarse de una clase o de una región.
b- capital cultural objetivado: Bienes de la cultura como escrituras, pinturas e instrumentos son designados como capital cultural objetivado. Aunque el capital mismo es materialmente transferible, las cualidades y los conocimientos culturales que se necesita para poder gozar de esto no lo son.

c- capital cultural institucionalizado: La garantía legal de cualidades por medio de títulos académicos y certificados escolares, lo cual garantiza el alcance de capital económico, por medio del acceso a carreras profesionales correspondientes. Teniendo el título no se necesita más pruebas de los conocimientos y capacidades de una persona. La oportunidad de explotar esta clase de capital depende de la escasez de cada título en el mercado de trabajo de la época correspondiente, es decir, cuanto es más fácil obtenerlo menos vale. Esta clase de capital es independiente de la persona que la posee y también de los conocimientos que ella realmente tiene en un momento dado. El siguiente esquema demuestra las tres formas básicas del capital cultural: 
4) Capital simbólico: Una forma de capital especial es el capital simbólico o “prestigio”, comprendiendo bienes simbólicos como la credulidad que títulos escolares y académicos aporten a su propietario, la pertenencia a un grupo social que da fama a un individuo, tal como honor, buena reputación, respeto y reconocimiento por los otros. Para la adquisición de estos bienes basados en modelos de percepción y criterios comunes se necesitan las otras tres formas de capital: capital simbólico que es la credulidad y autoridad que se atribuye a un actor gracias a su capital económico, cultural y social y a las oportunidades resultantes de imponer sus puntos de vista y sus valores como exclusivamente válidos, es decir, su poder social. La relación entre capital simbólico y las otras formas distintas del capital se muestra en el esquema:

El capital simbólico puede ser destruido por la desconfianza, la crítica etc. y como es muy apegado a su propietario, es difícilmente transmisible. Diferentes cantidades del capital simbólico son representadas por los diferentes estilos de vida. Entre las distintas formas de capital, contribuyen sobre todo el capital económico y el capital cultural a la formación de los criterios, según los cuales el espacio social en las sociedades de los países industrializados es construido. En consecuencia, los actores se reparten en el espacio social según una doble lógica:

·  Una consiste en que los grupos sociales se encuentran, según el volumen de su capital, en un orden jerárquico en la dimensión vertical, es decir, según la cantidad del capital social, económico y cultural de lo que disponen típicamente.
· La segunda lógica se apoya sobre la relación relativa de las distintas formas del capital que mantienen los grupos entre si. De esta manera, los actores son ubicados en la dimensión horizontal, dependiendo de como son dotados de capital económico y cultural. El tiempo para la acumulación del volumen del capital se presenta como tercera dimensión denominada “trayectoria”.
De la distribución de las distintas formas del capital entre los miembros de la sociedad y la estructura de las relaciones de las formas del capital, nacen las clases. Ellas pueden ser comprendidas como un conjunto de actores que son sometidos a las mismas condiciones de existencia, debido al hecho que mantienen semejantes posiciones en el espacio social. Dependiendo de las prácticas sociales, Bourdieu distingue entre clase trabajadora, pequeña burguesía y burguesía. La posición de cada clase es marcada por diferentes rituales de compañía, variaciones del gusto, culturas del cuerpo y criterios de valores:
La clase baja o trabajadora es marcada por la aceptación tácita de la situación dada y una orientación estricta de lo práctico que hace virtud de lo que es necesario. Es decir, que a la gente de esta clase le gustan más las cosas sólidas y teniendo “sentido práctico” en lugar de un “sentido bello” que no es de mucha utilidad en la vida cotidiana. Las preferencias y los gustos de esta clase no son aceptadas por las otras dos.
Entre los miembros de la pequeña burguesía se puede notar una obediencia estricta a las reglas del orden socia y el deseo de distanciarse lo más posible de la “cultura vulgar”, de la clase baja. Ellos tratan más bien de aprender de la cultura burguesa
y demuestran muchas veces un comportamiento demasiado fingido y poco espontáneo.
La burguesía, también titulada clase dominante, es la mejor equipada en términos de capital y domina mejor las reglas del juego social: educación, gusto y maneras marcando el límite hacia la clase baja y la pequeña burguesía. La distinción hacia ellos, parecen formar parte de los actores como un don natural. La aceptación de este límite por los miembros de las clases subordinadas fortifica y otorga capital simbólico, “prestigio”, a los burgueses acumulando de esta manera “ganancias de distinción” sirviendo para afirmar la identidad de esta clase y con esto la manifestación del orden social existente.
En la teoría de Bourdieu, “clase” no se refiere a circunstancias estrictamente económicas, más bien siempre a las simbólico-culturales, para él, se trata de conjuntos de agentes que ocupan posiciones semejantes y que, situados en condiciones semejantes y sometidos a condicionamientos semejantes, tienen todas las probabilidades de tener disposiciones e intereses semejantes y de producir, por lo tanto, prácticas y tomas de posición semejante.
Bourdieu afirma que la clase existe como representación y voluntad. Lo que la hace existir es la presencia de representantes que hablen en su nombre, de aparatos políticos y sindicales, de cierta simbología y de portavoces que hagan creer que tal grupo existe. La clase sólo existe en la medida en que haya agentes que sean capaces de defender su existencia; agentes que se sientan autorizados a hablar en su nombre y la hagan existir así como una fuerza real dentro del campo político. 

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