Pierre
Bourdieu: Clases sociales y
formas del capital: económico, social, cultural y político.
No es fácil ubicar a Bourdieu en alguna de las posiciones
teóricas preexistentes, entre otras cosas porque él mismo se niega a
encasillarse en una corriente, oponiéndose a la “etiqueta clasificatoria” que ubica
a cada autor como “marxista”, “weberiano” o “durkheimiano”. Este sociólogo
francés considera que la oposición entre
los tres clásicos enmascara la unidad de la sociología, y que lo que él hace es
recurrir a los distintos autores para pedir ayuda momentánea. A menudo, para
que la ciencia avance —dice— se requiere comunicar teorías que se han
constituido como opuestas, comunicar sus conceptos, métodos o técnicas,
integrar sus aportaciones teóricas en un mismo sistema conceptual, superar las
oposiciones remontándose a una raíz común.
Para acceder a las ideas de Bourdieu sobre las clases
sociales es preciso introducir las categorías básicas de su sistema teórico: espacio social, campo, capital, habitus.
Para nuestro autor, los hombres se hallan en el universo social en una lucha
(competencia) por la apropiación de bienes y servicios escasos. Pero en esta
lucha no se encuentran igualmente dotados de las propiedades valiosas para el
triunfo, que constituyen lo que el autor llama capital. El capital,
desigualmente distribuido y en sus diversas especies, determina las
oportunidades de los individuos. A la imagen de un mundo de competencia
perfecta o de igualdad perfecta de oportunidades, de un mundo sin acumulación y
sin transmisión hereditaria de posesiones y caracteres adquiridos, representada
por la ruleta como juego de azar en el que es posible ganar o perder mucho
dinero en un instante y así elevar o descender el propio status repentinamente,
Bourdieu opone la imagen de un mundo regido por el capital:
“El capital hace que los juegos de intercambio de la vida
social, en especial de la vida económica, no discurran como simples juegos de
azar en los que en todo momento es posible la sorpresa […] El capital es una fuerza
inscrita en la objetividad de las cosas que determina que no todo sea
igualmente posible e imposible. La estructura de distribución de los diferentes
tipos y subtipos de capital, dada en un momento determinado del tiempo,
corresponde a la estructura inmanente del mundo social, esto es, a la totalidad
de fuerzas que le son inherentes, y mediante las cuales se determina el
funcionamiento duradero de la realidad social y se deciden las oportunidades de
éxito de las prácticas.”.
(Extraido de BOURDIEU, P. (2000): ‘Las formas del
capital. Capital económico, capital cultural y capital social’ en Poder,
derecho y clases sociales, Editorial Desclée de Brouwer, Bilbao, pp. 132-133)
El capital acumulado por los individuos es de esta manera
el que decide el lugar que éstos ocupan en la sociedad. Dicho capital puede ser
de diversos tipos: capital económico, capital cultural, capital social
(recursos basados en las conexiones sociales y pertenencia a grupos), y
finalmente, como forma que toman aquellas especies de capital al ser percibidas
y reconocidas como legítimas, el capital simbólico, comúnmente llamado
prestigio. En función del capital poseído, los individuos serán portadores de
ventajas o de desventajas en los diferentes mercados.
Teniendo ya el concepto de capital, podemos ahora decir
que el mundo social puede representarse para Bourdieu mediante la figura de un
espacio, entendido éste como una serie de posiciones distintas definidas por
relaciones de exterioridad mutua, por relaciones de proximidad o de alejamiento
y por relaciones de orden. El mundo social constituiría un espacio de varias
dimensiones (campos) en las cuales los hombres establecen relaciones en función
del capital poseído (y de este modo, de la posición ocupada).
La ruptura con el marxismo se expresa
fundamentalmente en la extensión de los conceptos de capital y de interés
a otros campos sociales que el económico. El
capital acumulado por los individuos es el que decide el lugar que éstos ocupan
en la sociedad. El mundo social puede representarse para
Bourdieu mediante la figura de un espacio, el mundo social constituiría un
espacio de varias dimensiones (campos) en las cuales los hombres
establecen relaciones en función del capital poseído (y de este modo, de la
posición ocupada).
Este espacio social, a la vez, es definido como un
campo de relaciones de fuerzas objetivas, independientes de las intenciones de
los individuos, donde el poder está representado por las diferentes especies de
capital vigentes en sus campos: económico, cultural, social y simbólico. El
campo es entonces un tipo de “mercado competitivo”
en el que se emplean varios tipos de capital. La posición de
un agente en el espacio social se define entonces por su posición en los
diferentes campos, es decir, por su posición en la distribución de los
poderes que actúan en cada campo. En otras palabras, la posición en el
campo depende del capital poseído.
Las distintas formas del
capital
Igual
que en las estructuras económicas reales, el capital de los actores obedece a
la ley de acumulación: puede ser acumulado por inversión y puede por partes ser
pasado por medio de herencia. Aparte de eso, es posible producir ganancias por
medio de una inversión de capital ventajosa. “Capital” es comprendido como
equivalente a “poder”, distinguiéndose principalmente en tres variedades
convertibles entre ellos: el capital económico, social y cultural. Un cuarto
tipo del capital, el capital simbólico, es una forma especial a base de disponibilidad
de los tres otros y del reconocimiento social que se obtiene por ellos.
1) Capital económico: comprende la
propiedad de bienes, sueldo y todas las otras fuentes de ingreso. Es la especie
de capital mejor convertible y constituye la base para la obtención de las
otras.
2) Capital social: comprende una red de
contactos estables, útiles y en caso de necesidad movibles, que surgen de la
pertenencia de grupos sociales donde los miembros se conocen y reconocen
mutuamente. Cuanto más extenso es, mejores son las oportunidades de ganancia en
la reproducción del capital económico y cultural. De esto se puede deducir que
de dos personas con exactamente la misma cantidad de capital cultural y
económico la que cuenta con el capital social más amplio mantiene una posición
más ventajosa, porque ella puede aprovecharse de su efecto multiplicativo. Este
tipo de capital se acumula por medio de un procedimiento muy cuidadoso y de esfuerzos
a largo plazo. Eso quiere decir que hay que cubrir la utilidad que la relación
tiene para uno durante el primer tiempo antes de poder pedir pequeños favores.
Eso también quiere decir que las relaciones sociales deben ser cuidadas por la
inversión de tiempo, como por el intercambio de palabras, regalos y otras cosas
que sirven como signos de reconocimiento mutuo como miembro del grupo.
3) Capital cultural: Esta forma de
capital existe en tres formas:
a-
El capital cultural incorporado, el cual se constituye, aparte del
“gusto” y de las “buenas maneras”, también de cualidades cognitivas. Puede
solamente ser adquirido por medio del proceso de socialización en familia y
escuela exigiendo mucho tiempo. En ningún caso puede ser adquirido por medios
de donación, intercambio o compra. El capital cultural incorporado queda
siempre marcado por las circunstancias de su adquisición, que deja rasgos más o
menos visibles, como por ejemplo la manera típica de expresarse de una clase o
de una región.
b-
capital cultural objetivado: Bienes de la cultura como escrituras,
pinturas e instrumentos son designados como capital cultural objetivado. Aunque el capital mismo es
materialmente transferible, las cualidades y los conocimientos culturales que
se necesita para poder gozar de esto no lo son.
c- capital cultural
institucionalizado: La garantía legal de cualidades por medio de títulos
académicos y certificados escolares, lo cual garantiza el alcance de capital
económico, por medio del acceso a carreras profesionales correspondientes. Teniendo
el título no se necesita más pruebas de los conocimientos y capacidades de una persona.
La oportunidad de explotar esta clase de capital depende de la escasez de cada
título en el mercado de trabajo de la época correspondiente, es decir, cuanto
es más fácil obtenerlo menos vale. Esta clase de capital es independiente de la
persona que la posee y también de los conocimientos que ella realmente tiene en
un momento dado. El siguiente esquema demuestra las tres formas básicas del
capital cultural:
4) Capital simbólico: Una forma de
capital especial es el capital simbólico o “prestigio”, comprendiendo bienes
simbólicos como la credulidad que títulos escolares y académicos aporten a su
propietario, la pertenencia a un grupo social que da fama a un individuo, tal
como honor, buena reputación, respeto y reconocimiento por los otros. Para la
adquisición de estos bienes basados en modelos de percepción y criterios
comunes se necesitan las otras tres formas de capital: capital simbólico que es
la credulidad y autoridad que se atribuye a un actor gracias a su capital
económico, cultural y social y a las oportunidades resultantes de imponer sus
puntos de vista y sus valores como exclusivamente válidos, es decir, su poder
social. La relación entre capital simbólico y las otras formas distintas del
capital se muestra en el esquema:
El
capital simbólico puede ser destruido por la desconfianza, la crítica etc. y
como es muy apegado a su propietario, es difícilmente transmisible. Diferentes
cantidades del capital simbólico son representadas por los diferentes estilos
de vida. Entre las distintas formas de capital, contribuyen sobre todo el
capital económico y el capital cultural a la formación de los criterios, según
los cuales el espacio social en las sociedades de los países industrializados
es construido. En consecuencia, los actores se reparten en el espacio social
según una doble lógica:
· Una consiste en que los grupos
sociales se encuentran, según el volumen de su capital, en un orden jerárquico
en la dimensión vertical, es decir, según la cantidad del capital social,
económico y cultural de lo que disponen típicamente.
· La
segunda lógica se apoya sobre la relación relativa de las distintas formas del
capital que mantienen los grupos entre si. De esta manera, los actores son
ubicados en la dimensión horizontal, dependiendo de como son dotados de capital
económico y cultural. El tiempo para la acumulación del volumen del capital se
presenta como tercera dimensión denominada “trayectoria”.
De
la distribución de las distintas formas del capital entre los miembros de la
sociedad y la estructura de las relaciones de las formas del capital, nacen las
clases. Ellas pueden ser comprendidas como un conjunto de actores que son
sometidos a las mismas condiciones de existencia, debido al hecho que mantienen
semejantes posiciones en el espacio social. Dependiendo de las prácticas
sociales, Bourdieu distingue entre clase trabajadora, pequeña burguesía y
burguesía. La posición de cada clase es marcada por diferentes rituales de compañía,
variaciones del gusto, culturas del cuerpo y criterios de valores:
La
clase baja o trabajadora es marcada por la aceptación tácita de la
situación dada y una orientación estricta de lo práctico que hace virtud de lo
que es necesario. Es decir, que a la gente de esta clase le gustan más las
cosas sólidas y teniendo “sentido práctico” en lugar de un “sentido bello” que
no es de mucha utilidad en la vida cotidiana. Las preferencias y los gustos de
esta clase no son aceptadas por las otras dos.
Entre
los miembros de la pequeña burguesía se puede notar una obediencia
estricta a las reglas del orden socia y el deseo de distanciarse lo más posible
de la “cultura vulgar”, de la clase baja. Ellos tratan más bien de aprender de
la cultura burguesa
y
demuestran muchas veces un comportamiento demasiado fingido y poco espontáneo.
La
burguesía, también titulada clase dominante, es la mejor equipada en
términos de capital y domina mejor las reglas del juego social: educación,
gusto y maneras marcando el límite hacia la clase baja y la pequeña burguesía.
La distinción hacia ellos, parecen formar parte de los actores como un don natural.
La aceptación de este límite por los miembros de las clases subordinadas
fortifica y otorga capital simbólico, “prestigio”, a los burgueses acumulando
de esta manera “ganancias de distinción” sirviendo para afirmar la identidad de
esta clase y con esto la manifestación del orden social existente.
En
la teoría de Bourdieu, “clase” no se refiere a circunstancias estrictamente económicas,
más bien siempre a las simbólico-culturales, para él, se trata de conjuntos de agentes que ocupan posiciones
semejantes y que, situados en condiciones semejantes y sometidos a
condicionamientos semejantes, tienen todas las probabilidades de tener
disposiciones e intereses semejantes y de producir, por lo tanto, prácticas y
tomas de posición semejante.
Bourdieu
afirma que la clase existe como representación y voluntad. Lo que la hace
existir es la presencia de representantes que hablen en su nombre, de aparatos
políticos y sindicales, de cierta simbología y de portavoces que hagan creer
que tal grupo existe. La clase sólo existe en la medida en que haya agentes que
sean capaces de defender su existencia; agentes que se sientan autorizados a
hablar en su nombre y la hagan existir así como una fuerza real dentro del campo
político.